Los empresarios suelen sustentar el éxito de sus negocios en su capacidad para vender mucho o fabricar bien, habitualmente acompañada de excelentes dotes organizativas. Ahora bien, sus negocios o compañías no viven en una burbuja y las circunstancias del mundo en el que operan no les son ajenas.
No obstante, en sus decisiones estratégicas, también debe ser considerado el conocimiento de las condiciones históricas, sociológicas, financieras o incluso psicólogas de los actores en sus negocios.
Caminar sobre esas dos piernas: la capacidad de hacer y la capacidad de analizar, permite seguir la senda más adecuada para sobrevivir y crecer. Tales capacidades no tienen porque estar siempre presentes en una sola persona.
La humana tendencia de que el éxito que nos hace parecer infalibles ante cualquier decisión en el ámbito de la empresa que dirigimos, o que incluso hemos creado, es un riesgo a sortear con altas dosis de realismo.
La buena administración empresarial precisa de aquellas capacidades, estén o no dentro de su círculo. Personas con formación y experiencia demostrada, colaborando a encontrar el mejor camino y procurando que los pasos cotidianos tengan el sentido de alcanzar la meta fijada, proporcionando la necesaria serenidad al fragor del día a día.
Para ello, el empresario debería sumar #consejeros o asesores, con lealtad a la empresa basada en su independencia, empatía, generosidad y con un sentimiento ético incuestionable, que además le otorguen el tesoro de la diversidad de visiones.
#gobiernocorporativo
CIBG – Consejo de Innovación y Buen Gobierno