El Consejo de Innovación y Buen Gobierno (CIBG) declara cinco valores como estandarte de sus socios: generosidad, innovación, transparencia, asertividad y entusiasmo. Hoy queremos centrarnos en la transparencia.
La transparencia es un concepto difícil de delimitar, por su propia naturaleza. En el ámbito empresarial, se identifica con hacer disponible el acceso a la información necesaria para tomar decisiones debidamente informadas. Abramos nuestra perspectiva.
La transparencia se sustancia en la claridad, en asegurar mensajes comprensibles. Eso no quiere decir que tengan que ser necesariamente compartidos, pero si inequívocos en su contenido. La transparencia exige celo en su preparación.
La confianza requiere de transparencia. Sin transparencia no puede haber confianza. Pero la transparencia no siempre genera confianza. Esta es una dualidad compleja a la que se enfrentan las personas y las organizaciones. La transparencia implica enfrentar una explicación con una expectativa. Cuando la expectativa no coincide con la explicación, puede llevar a pensar que la explicación no es cierta.
Por tanto, la transparencia somete al que la practica a un juicio de honor. No hay duda de que ser transparente es ser valiente. Es asumir que puede haber incomprensión.
La transparencia exige, sobre todo, honestidad. Ante los cuestionamientos que se le hacen, ofrece la verdad, sin más tapujos que los que exige el decoro, del que luego hablaremos. La transparencia es un acto fácil de valorar en su ejecución, pues es la entrega de información. El riesgo es enjuiciar la honestidad cuando la información no es la esperada.
La transparencia debe ser prudente. Cuando es mera expresión de datos, se debe ser exhaustivo. Cuando hay juicios, con precisión. Hay que ser exagerado con la transparencia que enamora, pero ser cauto con la transparencia que reprende. Las explicaciones que ensalzan a las personas y sus actos deben ser aireadas a los cuatro vientos; los argumentos que implican juicios de valor deben ser transmitidos en su justa y necesaria medida, con decoro, como antes anunciábamos. Hay decisiones que pueden tener razones que duelen. Por tanto, requiere juicio y reflexión.
A veces se confunde transparencia con publicidad. Son dos términos relacionados, pero con sus propias reglas. No todo debe ser público, de general conocimiento. Existen límites a priori, basados en el honor y la privacidad. Así, la transparencia debe ser un juego ponderado. Igualmente, la transparencia tiene su tiempo. La transparencia debe permitir al que se le requiere que pueda tomar sus decisiones sin presiones externas, aunque luego tenga que explicarlas.
La transparencia, para que sea efectiva, supone abrir la puerta para poder ser preguntado y requerido. La transparencia refuerza la responsabilidad. Implica la disposición a ser evaluado.
La transparencia nos une con el propósito. Permite validar si las acciones, una vez explicadas, son coherentes con los fines perseguidos. Por tanto, la transparencia refuerza la cadena que une lo más íntimo y central de una organización con sus actos, al igual que une a la persona con sus valores.
Como valor organizacional, un líder transparente acepta crear una gobernanza y un modelo de gestión que limita su poder ejecutivo. La transparencia es la base para asentar un liderazgo de polos múltiples (gracias por el concepto, JOSE-MARTIN CASTRO ACEBES). Un liderazgo personal es bueno, pero si se superponen muchos otros desarrollando comportamientos justos, coherentes y empáticos, la capacidad de influencia se verá muy amplificada.
La transparencia exige también al que la recibe. Exige empatía, pues lo que se pide son los datos que sustentan un proceso y comprender las razones que han llevado hasta ahí. Implica que el objetivo es conocer los motivos. Por ello, es necesario desprenderse del yo y poner al otro. La transparencia no enjuicia, simplemente recibe. El juicio es posterior.
Si hablamos de personas es donde la transparencia adquiere todo su esplendor, pues implica fuerzas muy profundas. Implica coherencia, de forma que los valores predominan sobre la imagen propia. No hay agenda oculta, lo que facilita la adaptación al cambio y la mejora continua, pues el bien común está situado por encima.
Así, la transparencia tiene una conexión muy íntima con el liderazgo. Es el polo opuesto a la manipulación. Busca puntos de encuentro, avanzar e ilusionar. Mira el futuro con más intensidad que el pasado. Impulsa la construcción de catedrales, aunque esté continuamente colocando piedras. Pero también, recordemos, ninguna catedral se ha hecho con un solo maestro.
Patxi Barceló – Presidente del CIBG